martes, 6 de diciembre de 2011

Vestido reformado

Tengo cientos de ideas en la cabeza y, como siempre, muy, muy poco tiempo para ejecutarlas, y menos aún para contarlas o para mostrar el resultado. Y eso es lo que me ha ocurrido en esta ocasión. Sé que estamos en diciembre, que por fin tenemos sensación de invierno porque el frío acaba de llegar, que ya se ha encendido el alumbrado navideño y que lo que ahora apetece es comer castañas asadas -humm, qué ricas las que me he comprado esta tarde lluviosa en la Porticada- y no precisamente helados... pero tengo que sacar adelante algunas entradas que están esperando su momento para salir a la luz.

No me enrollo más con los preámbulos y voy al grano. Hoy voy a contar las vicisitudes de un vestido que, por fin, después de más de diez años, ha quedado como me gusta. La historia comienza con una tela fina, algo elástica que sobre un fondo blanco roto lleva estampadas unas alegres flores al estilo Agatha Ruiz de la Prada... Una tela que me pareció irresistible y que mi madre transformó en vestido.

Como el estampado era muy infantil, quería un vestido también infantil, con un corte justo debajo del pecho, con un canesú muy estrecho, como los vestiditos de cuando éramos pequeñas; además, como era para verano, no le pusimos mangas. El largo del vestido vino determinado por el propio estampado, que no podíamos cortar, de modo que quedó poco favorecedor...

Me lo puse pocas veces y un año tras otro, en cada cambio de armario, me pensaba qué hacer con él. Hace unos meses, en primavera, asistí a un taller de reciclaje de ropa y pensé que era su gran oportunidad. El taller lo dirigió una joven diseñadora que nos dio algunas ideas para dar un nuevo aire al vestuario y reciclar textiles en desuso.

Me propuso acortar el largo del vestido -gran idea- y añadir un poco de color a la sisa, al canesú y al dobladillo de la parte inferior. Siguiendo sus consejos me dirigí a Pontejos -Santo Pontejos- y me hice con una puntilla fucsia estupenda, un plisado también fucsia que pensaba poner en los tirantes a modo de hombreras -finalmente no lo utilizamos-, unos cuantos metros de picunela fucsia -no sabía muy bien para qué, pero cuánto me gusta esta ondulina- y cinta de algodón tostado que queríamos colocar en la cintura para atar alrededor del cuerpo, al estilo griego.



Mi madre, que siempre me sigue en todo lo que la pido, se puso manos a la obra y levantó la costura bajo el pecho para cortar tela de esa zona -por el bajo no se puede, porque lo marca el estampado-. Luego, añadió la puntilla fucsia en la sisa, en el cuello y también en la cintura, por lo que desechamos la idea de añadir tanto el plisado como la cinta de algodón. Como la puntilla daba suficiente luz al conjunto, decidimos no recargar con más puntilla en el bajo.


El resultado me gusta mucho y creo que, esta vez sí, me lo pondré más de una, de dos y de tres veces...



1 comentario:

  1. Pues si que ha ganao con esos ribetes!! Ahora te toca esperar a que llegue el calorcito para estrenarlo (o poner la calefacción a tope en casa, y ponértelo).
    :)

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